sábado, 9 de mayo de 2015

Digna Ochoa. La muerte por tan igual

EL TEXTO FUE HECHO POR GESTIONES DE FELIPE CAZALS, QUIEN EMPLEÓ MUY POCO DE LA VASTA DOCUMENTACIÓN REUNIDA PARA SU PELÍCULA DIGNA
AVANCÉ SOBRE ELLA CON AYUDA DE PILAR NORIEGA Y OTRXS DEFENSORXS DE DERECHOS HUMANOS. 
POR RAZONES SIN EXPLICAR EL LIBRO NO APARECIÓ, DURANTE UN CAMBIO DE GERENCIA EN EDITORIAL PLANETA.
TERMINADO A FINES DE 2002, LA INFORMACIÓN SOBRE EL CASO EN ESPECÍFICO, Y NO EL RESTO DEL MATERIAL, DEBE ACTUALIZARSE CON LOS TRABAJOS IMPULSADOS POR LA FAMILIA DE QUIEN MURIÓ PREMATURAMENTE PUES ASÍ LO MANDABA SU CONDICIÓN: DEFENSORA DE DERECHOS HUMANOS, MUJER Y POBRE.
HICE EL TRABAJO EN SEIS MESES, PARA COINCIDIR CON LAS DEMANDAS QUE SE LEVANTARON CONTRA LA INCONCEBIBLE SENTENCIA, EN UNA INVESTIGACIÓN A LA CUAL SE LE OLVIDÓ SEGUIR LAS LÍNEAS PRINCIPALES ESTABLECIDAS POR LA PRIMERA Y ÚNICA FISCALÍA ESPECIAL DIGNA DE RECIBIR EL TÍTULO.
EN LA CONFERENCIA DE PRESA FINAL HUMBERTO BATIZ, EL "MAESTRO" COMO LO LLAMAN LOS ADMIRADORES DE "SU PROBIDAD SIN TACHA", RESPONDIÓ CON GENIAL FRASE LA PREGUNTA DE UNA REPORTERA: LAS TEORÍAS CONSPIRATIVAS SON COSA DEL PASADO. 
CUÁNTO ME REÍ DE ÉL UN AÑO DESPUÉS: EL JEFE DE GOBIERNO A QUIEN DEFENDIÓ INDIRECTAMENTE EN EL CASO OCHOA, EVITÁNDOLE CONFRONTARSE CON RAFAEL MACEDO DE LA CONCHA, GRITABA ¡COMPLÓ!, ¡COMPLÓ!, PUES ESO ERA LO QUE ORGANIZABA AQUÉL EX JEFE DE INTELIGENCIA MILITAR Y ENTONCES PROCURADOR GENERAL.   
Central de Autobuses del Sur. Alrededor de las 12:15 a.m. Gerardo González baja del camión que lo trae de Cuernavaca, donde reside.
Así recuerda, nervioso, consciente de la vitrina en la cual vive desde el día aquel, como un ser incómodo e indefenso, parte de una historia que toca los sótanos del país. Se ha vuelto abogado laboralista, pero conserva estrechos vínculos con defensores de derechos humanos, empezando por el despacho de Lamberto González y que hasta poco fue a la vez de Pilar Noriega, del cual es en cierta medida responsable y que está allí, en el Distrito Federal.
Esa proximidad a los aparatos de justicia y a la confrontación con el poder, deben prevenirlo al dar una vez más su versión sobre un momento particularmente delicado de un hecho de extraordinarias implicaciones. De modo que busca ir directo al grano y cuando una pregunta lo hace entrar en un detalle intrascendente, se detiene en explicaciones que sobran.
El día referido, vuelve a los recuerdos en la jerga judicial, fue a comer con responsables de un órgano de gobierno de la ciudad, para dirigirse después a la oficina de Lamberto, que desde una semana atrás ocupaba también Digna Ochoa.

Zacatecas 31, colonia Roma. Hacia la misma hora un trabajador ambulante concentraba su discreta mirada en lo que percibía en torno a un edificio amarillo pálido a mitad de la cuadra.
A un paso de avenida Cuauhtémoc, la calle terminaba por perder su antigua calma residencial, con el ajetreo de los automóviles y las modestas oficinas en las cuales se había convertido la mitad de los edificios habitacionales. Por eso el hombre había escogido el sitio para ofrecer sus servicios y marcharse al agotar la clientela. Pero ni allí pasaban desapercibidos los movimientos de hombres trajeados y “aspecto sospechoso” (PADRES CGH). No era la primera vez que los veía, a ellos o a otros parecidos.
Minutos antes o después, en el pasillo del piso del edificio donde estaba el despacho de Lamberto y Digna, una mujer topaba con un hombre ajeno al lugar, y en un momento no bien precisado una vecina del piso inmediato superior creía escuchar “dos sonidos parecidos a un golpe o un martilleo en un intervalo aproximado de cinco minutos, ,y luego, entre diez y quince minutos después, un fuerte ruido como el de un portazo” (2DO CIDH).

Cerca de las 18:00. Gerardo González no sabía nada de eso cuando después de cumplir con las tareas que lo trajeron a la ciudad, decidió acercarse al despacho de sus compañeros. Entró al edificio, subió los dos tramos de escaleras y se detuvo en la puerta de la oficina, tras la cual empezaba a hacerse noche. Estaba cerrada, pero él tenía llave.
-Al abrir había unos documentos, notificaciones de unos actuarios, que habían dejado ahí, metidos entre la puerta. Abro y se caen las notificaciones al piso. Creo que en ese momento, a la hora que yo me agaché, y como la salita está muy cerca de la puerta de entrada, alcancé a ver alguien ahí. Yo creo que yo recuerdo incluso haber comentado anteriormente que al ver el cuerpo lo primero que me pareció es como si fuera algún niño durmiendo. De esas sensaciones como que no te explicas y te causa una cierto descontrol: ¿por qué está ahí?
“Pues inmediatamente enciendo la luz y vi un panorama un poco extraño, porque había el polvo blanco que ahí se encontraba regado. Estaba una diadema tirada en el piso y al ver el cuerpo de Digna sí me causo mucha sorpresa. Fue una mezcla de sensaciones y de cosas así, muy raras. 
“Lo que más me recuerdo es que ella traía un pantalón color negro y una especie como de botas. La blusa no recuerdo si era blanca. Yo creo que me llamó la atención el pantalón negro porque tenía algo del polvo blanco. No recuerdo si traía o no sueter. Lo que si recuerdo es que había una prenda (SE QUITA “GABARDINA”), una especie de saco o chamarra, que estaba con el interior viéndose en el sillón de enfrente de ella.
“La postura era muy clara porque se encontraba casi, casi como sentada sobre la alfombra, con los pies alargados, y prácticamente su cabeza recargada sobre el sillón. Como si estuviera dormida en esa posición.”
Pero no dormía, según era obvio por la sangre y el impacto en la cabeza. Digna Ochoa y Plácido estaba muerta.
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Para Gerardo si Digna había sido asesinada, si así la oficina había sido descaradamente violada, todo cuando él conocía quedaba en riesgo. Quedaba en riesgo hoy y mañana, en el momento en que lo decidiera el poder que se había resuelto a llegar a un extremo elocuente y aleccionador.
No tuvo entonces modo de atender a lo que veía sino tras una suerte de delgada película que a capricho opacaba o magnificaba los objetos, y desde luego no osó tocar ni revisar cosa alguna. Menos aún reparó en el sobre que reposaba en la antesala, y en el papel dentro:
"Pros, hijos de puta, si siguen así, a ustedes también les va a tocar. Conste que bajo advertencia no hay engaño." (CITADA POR PRENSA). Y como firma una cruz “tipo esquela de muerto” (PILAR).
No era, al parecer, una amenaza reciente, porque ella había dejado de pertenecer al Centro de Derechos Humanos Miguel Agustín Pro Juárez, al cuál se hacía referencia. Y porque las últimas destinadas a ella en específico, apenas un mes atrás, o habían sido telefónicas o estaban en su casa.
El primer mensaje previniendo a Digna de no meter las narices donde no debía, era viejo, si se habla de una mujer de 37 años. Se había producido cuando iniciaba su carrera de abogada en Xalapa, en 1987. Pero si no había sido un hecho solitario, ya que según ella solía recordar lo acompañaron presiones mucho más directas, resulto, sí, aislado.
Sería más tarde cuando vendría, en escaladas, de acuerdo a las circunstancias, la serie de notas que concluirán con cuatro en las cuales los peritos dactilógrafos encuentran “un alto grado de correspondencia y de uniprocedencia, como quiera que fueron textos que obedecen a un mismo patrón de contenido, de distribución de espacios y tipo de letra” (INFORME DE CIDH).
La serie empezaría en 1995, ya como parte del Pro, como solía conocerse al Centro creado por la orden de los jesuitas. De hecho, la que daría la pauta a las demás amenazas escritas no estaba dirigida a ella en particular, sino al organismo en su conjunto.
Las que le advertirían de manera directa, a ella sola o en compañía de otros, coincidirían con sus trabajos de defensoría relacionados con Chiapas y el movimiento zapatista, y sobre todo, al parecer y como la propia Digna decía, con el estado de Guerrero.


Sierra de Petatlán, Guerrero. 1 y 2 de octubre de 2001
Faltan poco más de dos semanas para que muera en el despacho de la calle de Zacatecas, y Digna Ochoa termina el viaje a la sierra de Petatlán, frente a la Costa Grande de Guerrero, en el cual sirve de contacto a Harald Ihmig.
Harald es un alemán perteneciente a la FIAN (Foodfirst Information and Action Network), una organización internacional de derechos humanos “con status consultivo ante las Naciones Unidas”, como explica él mismo en una declaración pública sobre el fallecimiento de la abogada(  ).
En la declaración menciona la visita que realizó con ella a fin de que él se enterara “personalmente de las quejas y necesidades de las comunidades ecologistas” de la región, y buscar “juntos medidas para mejorar sus condiciones de vida y su seguridad" (  ).
Hacia un par de años la abogada y sus compañeros del Centro Pro, habían logrado uno de los mayores éxitos de la acción penal a favor de los derechos humanos, al exhibir a dos militares en un juicio donde defendían a líderes de la Organización de Campesinos Ecologistas de Petatlán y Coyuca de Catalán (OCESP) enviados a la cárcel.
Por ello el 21 de septiembre de este 2001 la Organización le había planteado otros casos:
-Le hablamos pelado: aquí, le dijimos, la bronca es con los militares, y sabemos que a ti te han amenazado; si crees que no puedes entrarle dinos de una vez y no hay problema.
De acuerdo con el periodista que entrevistó a la dirigente campesina quien así recuerda la escena, Digna no se comprometió a asumir la defensa:
-Pero dijo que tenía muchos conocidos y que iba a atar y atar nuditos hasta hacer una cuerda grande, y cuando cachara algo bueno para la gente iba a regresar (NÁJAR)
Al decir de Harald, para entonces él le había pedido ya a la licenciada Ochoa que le sirviera de enlace con los campesinos ecologistas. En cualquier caso, ¿durante el viaje vieron algo que despertara la alarma del complejo sistema de cacicazgos, tráfico de mariguana (CUAUHTÉMOC) y de armas (MARIO RAMÍREZ Y ARCEÓ); de grandes proyectos para explotar la abundante riqueza maderera de la sierra (CUAU Y OTROS), y de fuerzas armadas responsables de conservar un virtual régimen de excepción, y que en palabras de algunos pueden tener “cuotas de poder” locales, como en otras partes del estado (ABEL BARRERA)? 
Los abogados que continuarán el trabajo iniciado por Digna en la zona, al volver de su primera visita transmiten su profunda impresión a un reportero: “Dirigidos por un grupo de campesinos trepan la montaña en un vehículo hasta donde el camino se deja, y avanzan luego a pie. Antes de llegar a la comunidad que los espera, los cables de luz desaparecen del paisaje. Pero ni así calculan los fuereños qué tan noche puede ser la noche que al rato se les viene encima. El bosque tropical platica sin parar y sólo los cultos ojos de sus acompañantes encuentran la ruta al caserío.
“Los abogados entienden el grado al cual pueden llegar allí la impunidad  y la indefensión. Si en la ciudad no hay límites al poder, ¿qué será en estos lados?” (YO)
Sí, estas tierras “siempre han estado lejos, lejos de todas partes”.
-Son lugares con caminos muy difíciles, que aunque sean pocos kilómetros son muchas horas de recorrido, y no circulan los vehículos todos los meses del año, solamente en temporadas, cuando no llueve (CUAU).
Falta de todo, dice con una parsimoniosa, sabía voz, Rodolfo Montiel, uno de los dos líderes defendidos en 1999 por los abogados del Pro:
-El Mameyal –donde él vivía antes de ser enviado a prisión por resistencia al ejército y diversos cargos falsos -tiene escuelas, pero no maestros… Hay luz, hay teléfono, hay una clínica pero sin médico... La luz en temporada de lluvia poco la vemos... Pero no sólo estamos hablando de El Mameyal... En el municipio hay lugares donde no hay ningún servicio, no hay luz, no hay agua, no hay nada (  ).
En esas partes “tiene uno que caminar dos días para llegar a Petatlán”, que es la cabecera municipal.
¿Con qué se topan Digna y Harald en el recorrido a través de este pequeño mundo de bosques y caseríos dispersos por las montañas, con una libreta y una cámara de video donde recogen cuanto les llama la atención? ¿Qué duras realidades quedan registradas así, con o sin la conciencia de ellos? ¿Y cuáles pueden despertarse en la imaginación de ese intrincado juego de poderes locales, al saber de la presencia de los extraños?
De acuerdo a los miembros de la OCESP, el punto de llegada fue El Zapotillal. Allí, a cielo abierto, a la vista de cualquiera, se celebraría una asamblea de la comunidad. Digna y Haradl fueron presentados:
-Muy buenos días a todos, cómo amanecieron –dijo un hombre maduro, serio, animoso, para dar principio al acto. -A través de estos caminos vienen estas personas, que es un extranjero, que para mí es un gusto saber que haya tenido a bien a venir a visitar estas comunidades, estos pueblos, estas montañas (VIDEO).
Un extranjero. ¿Cuántas veces había estado con ellos un extranjero, y en plan amistoso? Había precedentes cercanos de una distinta presencia del exterior. Se produjeron en los dos últimos años, cuando diversas organizaciones internacionales premiaron el trabajo de los campesinos ecologistas en defensa de los bosques.
Por un momento la sierra de Petatlán había probado de ese modo la posibilidad de que en un abrir y cerrar de ojos dejara de funcionar el alejamiento que resultaba el mejor amparo para la libre, impune acción de toda clase de grupos de poder. Aquel podría seguir siendo uno de los últimos rincones de México, y sin carreteras ni otro moderno recurso de los que acostumbran cambiar dramáticamente las condiciones de un lugar, hacerse visible sin embargo, no ya para el país sino para el mundo.
Aunque había riesgos en ello, y no pequeños, como probarían los siguientes años. Si los reflectores que súbitamente los iluminaban, no iban acompañados de reales cambios, al apagarse dejarían detrás expectativas no cumplidas y la oscuridad sería más profunda.
Las entrevistas de Digna y de su acompañante extranjero con los campesinos, debieron parecerse a esta, de la cual quedó constancia:
-¿De que manera Harald y su gente en Alemania pueden ayudar a su comunidad? –preguntó la defensora de derechos humanos. -¿Qué podíamos pedirles a ellos y a mucha gente consciente de otros países?
-Yo he visto –contestó un dirigente de la Organización-, ¿cómo se llama la palabra?... un interés, una estimación hacia nosotros. Porque ¿cuál sería la promesa más grande, cuál sería el objetivo? Yo creo que sería que tocarán las puertas del gobierno mexicano: que basta ya: “Déjalos, lo de ellos es de ellos” (VIDEO).
Entre las entrevistas formales, en la diaria convivencia de aquí para allá, puede apostarse que los pobladores de la sierra les contaron historias bien conocidas, que recogieron el video y el reportaje de un periodista.
-El año pasado uno de los caciques, Justino Cabrera, asesinó a su sobrino Sergio en una fiesta, pero el acta nunca se levantó en el Ministerio Público. Un mes después un convoy de soldados escoltó al cacique hasta su pueblo.
O la de “Native, un niño de ocho años que nació ciego y que nunca ha recibido atención médica porque su padre vive prácticamente escondido en la sierra, para evitar su aprehensión” (NAJAR-xxx).
¿Dejarían de relatarles las “torturas y encarcelamientos injustificados”, y los “homicidios de los que nunca” la autoridad tomó nota (xxx), con nombres y apellidos de los protagonistas? ¿Habrán contemplado las cañadas, donde “no cualquiera va” y que suelen poblarse de sembradíos de amapola (Cuau)?
¿Les pasaría inadvertida la militarización de la zona?, sobre la cual debieron escuchar quejas como esta:
-Hay acuerdos de las comunidades para cazar un solo venado por familia cada seis meses, una iguana macho al mes, y desde hace varios años no permiten comer algunas aves que se están desapareciendo. Pero cuando llegan los soldados matan hasta 30 iguanas en una sola comida y ametrallan los nidos de chachalacas que los campesinos cuidan tanto (VIDEO).
En el camino los forasteros conocerían por sí mismos “la técnica favorita de los caciques para amedrentar a las comunidades: reúnen varios gatos, les amarran estopa con gasolina o diesel en la cola, la encienden y los sueltan:
-Nomás se ven los mecheros corre y corre por el cerro. En un ratito queman mucho terreno (NAJAR-xxx).”
Durante el avance de la comitiva, como siguiendo su rastro, una o más patrullas de soldados se acercaban a los caseríos que Digna y Harald dejaban. Difícil decir si les informaron de ello, lo seguro es que en su declaración pública el alemán se refiere a “enfrentamientos con militares durante nuestro viaje”.
Fueron dos al parecer, ambos el 2 de octubre en la comunidad de Banco Nuevo, donde a la mañana siguiente a la llegada de los fuereños, entraron los soldados. ¿Era un episodio de rutina? Uno de los uniformados preguntó a otro:
“-¿Y cuál es Digna?
“En ese momento Digna y Harald entrevistaban con una cámara de video” al padre de Nadine, Juan Bautista Valle, “uno de los ecologistas con orden de aprehensión. El soldado que había preguntado se acercó y le dijo al comisario:
“-¿Y ese gringo qué anda haciendo aquí?
“-Es turista- le respondieron.
“-Pues anda muy lejos de la playa.
“Entonces Digna tomó la cámara y empezó a grabar a los militares, además de anotar la matrícula de los vehículos en que viajaban. Los soldados se fueron (xxx).”
En unas horas regresarían, se produciría una escena semejante, más subida de tono, y al poco la abogada y el representante de la FIAN tomarían el camino a la cabecera municipal para volver a la ciudad de México. Poco más de dos semanas antes de la muerte de ella. ¿Estaba allí, en la visita en particular o en la sierra en general, la explicación? ¿O en el estado de Guerrero como un conjunto de historias que atravesaban las zonas rurales con su viruela de abusos y desgracias, en las cuales ella había quedado involucrada? ¿O en el sartal de casos en que había topado con la violencia del Estado, del Ejido Morelia, en Chiapas, a Yanga, Veracruz, pasando por los penales de la ciudad de México?


Viernes 19 de octubre de 2001. Ciudad de México.
Despacho de la calle de Zacatecas. Siempre con voz poco firme, temiendo cometer errores al recordar un hecho tan delicado, del cual fue el primer testigo, Gerardo González continúa respondiendo las preguntas sobre el estado en que encontró el lugar de los hechos y el cuerpo de la abogada.
Le llamó la atención el par de guantes rojos de latex, de los comunes al hacer tareas de limpieza, que cubrían las manos de Digna y que resultaban tan inexplicables como el polvo blanco esparcido sobre ellos y por regiones del cuerpo, del sillón y la alfombra. No precisó mucho más, debido a su profunda confusión y al cuidado de no alterar nada.
Sólo el peritaje establecería los pormenores. El cadáver tenía dos heridas de arma de fuego: “Una herida de forma oval de bordes evertidos de 0.6 x 0.4 ubicada en la cara posterior del muslo izquierdo a 2.5 cms a la derecha de la línea media posterior del muslo, con una trayectoria descendente, de adelante a atrás y de izquierda a derecha.
“Una de borde irregulares (sic) de forma estrellada en área de 4 X 5 cms ubicada en la región temporal izquierda.... Con una trayectoria de izquierda a derecha, de atrás a adelante y con leve inclinación superior inferior. Esta herida de carácter mortal.
“El arma de la que fueron disparados estos proyectiles y un tercero accionado sobre uno de los muebles del despacho, provenían de una pistola semiautomática, calibre 22 para ocho proyectiles, matrícula M121711, sin marca, de origen checoslovaco, encontrado debajo del cuerpo de la víctima (INFORME CIDH).”
-Lo primero que se me ocurrió –dice Gerardo- es llamar a Lamberto, que es con el que había estado minutos antes... Como que en esos momentos, esa impresión de ver ya el cuerpo ahí con la sangre y todo lo demás, y más o menos recordar que previamente había un claro anunciamiento de todo ello, no sé, siento una de esas sensaciones muy raras, y creo que no da ni para pensar con claridad qué es lo que debe uno hacer o no hacer.
Después pidió ayuda al abogado de un despacho vecino e inconscientemente debió imaginar el impacto que producía la noticia a través de sus llamadas, repetidas a su vez.
-No me acuerdo de las palabras exactas de Gerardo –contó Lamberto a una periodista poco después. -Sé que me dijo que había una situación grave, condiciones alarmantes en la oficina. No fue por lo que me dijo sino por el apremio de su voz por lo que salté. Tomé mi chamarra, le pedí a un compañero que me acompañara y salimos corriendo… Frente al edificio nos esperaba Gera. Subimos y vimos el cuadro.
El cuadro era una mujer sentada sobre la alfombra, con la cabeza recargada contra el sillón y el cabello cubriéndole el rostro que descansaba en una gran mancha de sangre.
“-Algo pavoroso. La llamamos, no respondió. No nos atrevimos a acercarnos.
“Lamberto –escribió Blanche Petrich, la periodista- tomó su celular y marcó el teléfono de su amiga y compañera de tantos años, Pilar Noriega, que estrenaba esos días un espacioso despacho con vista a la avenida Chapultepec, en la Comisión de Derechos Humanos del DF. Le pidió que fuera a la oficina.
“-No chingues, Lamberto. Tengo mucho trabajo -le contestó Pilar.
“-Entonces llama a Digna. Estoy en la oficina y aquí hay el cuerpo de una mujer.
“Pilar empezó a temblar. Sin colgar con Lamberto pidió que su secretaria marcara el número celular de Digna Ochoa.
“Oyó la voz de Lamberto por el otro teléfono:
“-Espera, está sonando un celular.
“Entonces supieron los dos que el cuerpo era el de su amiga.”
Al poco se presentaban el doctor De León, médico de la abogada, Victor Brennes, otro defensor de derechos humanos que la conocía de mucho tiempo atrás, y dos integrantes del Pro, al cual ella había dejado de pertenecer.
Había pasado menos de un año del inició del primer gobierno que en ocho décadas no estaba en manos de la “familia revolucionaria” y de sus herederos, se presumía un salto decisivo hacia la transición democrática y la construcción de un real estado de derecho; las organizaciones de derechos humanos llevaban 15 años abriendo brecha y los gobiernos nacionales habían firmado compromisos con los organismos internacionales que las avalaban.
¿Qué revelaba, qué mensajes quedaban enviados, con la muerte de Digna Ochoa, diestra y con un disparo en la sien izquierda?
Ni Gerardo ni Lamberto ni los demás pudieron fijar después las horas, y no supieron a ciencia cierta si fue faltando veinte minutos para las ocho de la noche, como establecen las actas, en que llegaron los representantes de la autoridad.
Por la relevancia de la figura de la abogada y por la forma y las connotaciones de su muerte, debe suponerse que la Procuraduría General de Justicia del DF envió al despacho de la colonia Roma a los mejores agentes disponibles, egresados del instituto de reciente creación, que aspiraba a formar auténticos investigadores.
Imaginar, sin embargo, el momento en que éstos tomaron en sus manos el caso, por fuerza tiene poco que ver con las novelas policíacas ingenuas, a las cuales son afectos algunos criminólogos mexicanos. En ellas la presencia de Scotland Yard o de la Surete francesa, digamos, con sus pulcros uniformes, sus inteligentes pipas y sus corteses maneras, presume un manejo cuidadoso y ordenado, que se apega a la ley y en el cual se cumplirá sin falta cada paso, levantando registro de hasta el más intrascendente detalle.
La realidad nunca era así en ninguna parte del mundo, y desde luego no en México, como cuando menos algunos funcionarios de la propia procuraduría del DF tenían claro:
-En México la policía actúa más como gendarme que como investigador... Lo que necesitamos nosotros es revertir eso y contar con detectives –decía Álvaro Arceo Corcuera, uno de los subprocuradores a quienes se encargaría el caso.
A ello, a la corrupción y la impunidad que se habían hecho una inveterada costumbre entre cuerpos de policía y responsables del ministerio público, debían sumarse problemas estructurales. La designación de fiscalías especiales en casos extraordinarios, independientemente de los nulos resultados que solía arrojar, era un reconocimiento tácito de los profundos vicios comunes.
No sorprendían entonces las demandas a favor de una reforma urgente a los procedimientos penales. La de la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal, por ejemplo, que se produciría a unos meses de la muerte de Digna. Porque las “prácticas irregulares”, afirmará la Comisión, son una constante al integrar “las averiguaciones previas”, y revelan falta de “seriedad y exhaustividad” en las indagatorias, de modo que al menos seis grandes, medulares renglones de la procuración de justicia fallan substancialmente (CDHDF  ).
Gerardo y los abogados a quienes había llamado al encontrar el cadáver, conocían de sobra el tema. Lamberto González, por ejemplo, no dudada en afirmar:
-No existe otro procedimiento de investigación en México que la tortura.
La gente del Pro, por su parte, de seguro era consciente de un aspecto esencial que los estudios del Centro ponían en evidencia: “Es muy común que los exámenes médicos realizados por médicos legistas sean superficiales e incompletos”. En primer lugar, porque “las condiciones que (sic) laboran los médicos forenses no son las apropiadas para el ejercicio debido de su profesión”, y en segundo porque “estos profesionales son empleados del Estado y no reciben la preparación ni el salario adecuados” (INJUSTICIA LEGALIZADA..., P. 40 DEL INFORME).
Cuando la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) presente su informe sobre el trabajo de la autoridad en este caso, hallará multitud de graves fallas ya en las primeras horas. La más evidente es “el reconocimiento externo del cuerpo de la víctima llevado a cabo en el anfiteatro de la Agencia del Ministerio Público”, que “no fue una diligencia adecuada”: “Se trató de un examen superficial y carente de la información que regularmente se requiere para los dictámenes en esta área (  ).”
Por tal razón el “protocolo de necropsia indicó trayectoria de ingreso-salida del proyectil de la herida alojada en la extremidad izquierda al haberse realizado el examen en posición cúbito dorsal sobre la plancha del laboratorio en plano horizontal que modifica sustancialmente la dirección de la bala en su cuerpo” (  ).
Esa propia noche “se evidencia una correcta cadena de custodia” del lugar, pero pronto dará comienzo por parte de “los funcionarios de Servicios Periciales y de la Policía Judicial”, la manipulación de la “escena cuando evacuaron las pruebas técnicas”, falta que el informe de la CIDH considera se cometió a lo largo de la investigación, a pesar de la meticulosidad con la cual se afirmaba haber actuado:
-Todo fue cuadriculado, fotografiado, se levantó un inventario. Si nos movían una toalla nos íbamos a dar cuenta (ARCEO)..
El hecho es que, siempre de acuerdo a la Comisión Interamericana, con el tiempo no podrían determinarse, por ejemplo, las especifidades, y por lo tanto el origen, de las huellas en el polvo blanco sobre la alfombra y de la deformación de uno de los casquillos caídos también allí, que quedarían asentadas en la investigación.
¿Y qué decir de la “herida en forma lineal” en un extremo “de la ceja izquierda”, apreciable en las fotografías forenses, y de las equimosis en el “párpado superior derecho”, “en el borde superior del pabellón de la oreja derecha”, en “el labio superior” y “el labio inferior”, descritas “por el personal que practicó la fe de cadáver” y que no serán incluidas en el reporte forense?
¿O del hematoma en el muslo derecho, en el cual ni el criminólogo ni los médicos de las dos diligencias realizadas esa noche encontrarán la opacidad verdosa que un año después será “descubierta” por los peritos con el sólo soporte de fotografías de “una calidad deficiente”? Una presunta opacidad gracias a la cual se presumirá un golpe sin relación con los hechos.
¿O la ausencia de etiquetas para identificar los casquillos y así su relación con las balas y la probable secuencia de los disparos? ¿O en el mismísimo revolver, caído del envoltorio en el cual fue resguardado, para desarticularse en el suelo?
¿O el error de afirmar que éste tiene capacidad para ocho proyectiles y no para los diez que en realidad puede alojar? ¿O que se registre equivocadamente ni más ni menos que su número de serie?
Gerardo, Lamberto y los demás se quejarían después de que el interrogatorio de rigor al cual se les sometió, ponía un insustancial empeño en establecer los más nimios detalles de sus actos y de los tiempos entre ellos, después de hallar el cuerpo. Tal vez era justificado celo profesional, ante la tardanza de ellos en comunicar los hechos a la autoridad, por temores bien fundados.
En todo caso, contrastaba con el reflejado en la fotografía del cadáver que entre tanto hacía circular la agencia oficial de noticias, Notimex, y que sorprendió a Gerardo:
-No hay ninguna similitud con la forma en que la vi- dijo sin vacilar. (  ).

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En el resto de los compañeros y amigos de Digna y en el conjunto de los defensores de derechos humanos del país, la noticia produjo un efecto semejante al acusado por Gerardo y Lamberto.
“-Es el punto más alto de un largo proceso de amenazas, de hostigamiento, de robo de información, de allanamiento... (PILAR) “
“-Es una prueba irrefutable de que es falso lo que se afirma de parte de las autoridades... de que en México los derechos humanos se respetan (BÁRBARA).”
“-Es una amenaza para todos... (ALFREDO).”
“-Hemos sido agraviados como nunca, amenazados como nunca (CONCHA).”
“-Hay que conocer la pequeña oficina de servicios legales de Pilar Noriega y Lamberto González, y el importantísimo papel que juega en la defensa de los derechos humanos, para saber qué tan elaborado y tan perverso fue el mensaje de los asesinos, de haber matado allí, en esa oficina, a Digna (BLANCHE).”
La muerte de la abogada tenía, pues, un doble resultado: la desaparecía a ella, quien era quizá la más atrevida de entre la pequeña porción de defensores de derechos humanos encargados de los casos en los cuales se confrontaban los grandes excesos del poder, y enviaba a éstos una advertencia directa. 
En unos meses el padre Miguel Concha reconstruirá un diálogo:

-Al día siguiente... en la agencia funeraria... la propia subsecretaria de Relaciones Exteriores para Derechos Humanos me comentó: Esto vuelve a poner en cuestión todo. Y le dije: Sí, esto vuelve a poner en cuestión todo.